Se puede ser madre y seguir viviendo... de otra manera.
Tener un hijo no implica solamente renunciar a cosas deseadas – trabajo, amigos, viajes... – sino reformular los deseos propios y de la pareja, en función de otros objetivos de vida.
Cuando uno decide tener un hijo, decide un cambio radical en el modo de vivir y en el modo de ser...Es una experiencia tan intensa y profunda que modifica nuestra identidad y nuestra realidad para siempre.
Como mujeres, sabemos o intuimos que eso es así. Que nuestros cuerpos no volverán a ser los mismos. Nuestra pareja tampoco. Nuestra cotidianeidad, menos.
Para algunas mujeres, tener un hijo significa enriquecer la vida y ampliarla. Para otras, sin embargo, despierta una especie de claustrofobia. Es como subirse a un tren del que no se puede bajar. La maternidad es un viaje de ida.
Y para la mayoría, suceden ambas cosas, y lo que prima es la ambivalencia. Deseo y temor. Anhelo y ganas de salir corriendo. Deberes y derechos mezclados.
No somos seres simples. La vida es vida en el conflicto, y nuestra tarea como seres humanos consiste en negociar constantemente entre múltiples (y encontrados) deseos, deberes, presiones sociales, exigencias del mundo externo. Si no se trata del conflicto maternidad vs. carrera, o maternidad vs. pareja, igual habrá algún otro conflicto que enfrentar. Nuestra madurez se va construyendo en función de la mayor o menor creatividad e inteligencia (emocional y de la otra) con que resolvemos esos conflictos. Y cuánto vamos aprendiendo también de nuestros errores, cuánto nos animamos a cambiar.
El supuesto conflicto entre ser madre “o” ser independiente puede pensarse de otro modo: se debería ser independiente para ser madre. Independiente en términos de autonomía, de capacidad de autoabastecerse y autosostenerse, de nutrir y hacer crecer la propia vida, de vincularse amorosamente con la pareja, con otros, con una misma. Y muy especialmente, de establecer relaciones de intimidad real, pero sin perderse en ellas.
En realidad, este aprendizaje va desplegándose y completándose también gracias a la relación con los hijos. Quizás la sociedad hoy nos sugiera que perdemos cosas importantes al tener hijos. Por nuestra cuenta nos toca descubrir cuánto ganamos.
Mi trabajo como terapeuta es una fuente constante de reflexión, descubrimiento, aprendizaje, emoción,afecto ... Cada vez que alguien me permite pasar a su "cámara sagrada" me honra y me da la posibilidad de aprender y comprender algo más, en ese camino compartido.Este es también un espacio para compartir ideas, aprendizajes, descubrimientos.
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