mail de contacto: silviajlerner@gmail.com



sábado, 19 de mayo de 2012

APRENDER A PEDIR. III: El buen pedido

¿Qué es “pedir bien”?

 El buen pedir, el pedido efectivo, aquel que tiene mayores posibilidades de ser atendido y satisfecho,  implica:

ü      hacerse cargo de que uno está pidiendo algo: ser sujeto del pedido, comprometerse con lo que se pide… Y, consecuentemente,  recibir cuando el otro da. En otros términos, ser sincero en el pedido, o habrá un gran costo posterior en confianza. Esto significa, por ejemplo, hacerme cargo de que soy yo quien tiene la necesidad de lo que pido, personificarlo. No es lo mismo decir “Por favor, podrías cambiarme esa lamparita?” que decir “La lamparita se quemó. Hay que cambiarla.”.

ü      dirigirlo expresamente a determinada persona ( persona, institución, grupo, etc.). No vale el “¿Alguien podría cambiar la lamparita?”...

ü      referirse a algo que realmente  uno necesita. Si pedimos por el hecho de pedir, porque mantiene una cierta relación de dependencia con otro, porque nos sirve para confirmar que disponemos de su atención, porque queremos molestarle o por capricho, probablemente nuestros pedidos irán generando un malestar creciente y terminarán por ser resistidos o desatendidos.

ü      explicitar lo más claramente posible qué acciones concretas  espera uno del otro. Si no, estamos organizándonos una futura frustración o insatisfacción. Decir “Quiero tu apoyo” es menos efectivo y preciso que decir “Por favor, acompañame al médico. Necesito que estés conmigo cuando me den el diagnóstico”. Otros ejemplos son:  te pido que me quieras, me respetes, te comportes mejor, que hagas un esfuerzo, etc. Dejan demasiado abierto el espacio para que el destinatario lo interprete a su manera.

ü      precisar en qué plazo uno espera la satisfacción. Podemos pedir que nos devuelvan un libro, por ejemplo, dando por sentado que la otra persona responderá de inmediato. Sin embargo, un buen pedido debería agregar “antes del viernes próximo”, por ejemplo.

ü      evitar en lo posible los sobreentendidos, para no caer en malentendidos. Esta es algo así como la regla de oro en este sentido. Y en el de la comunicación en general. Si bien nuestras conversaciones suelen tejerse sobre un determinado contexto de obviedades compartidas, muchas veces creemos entender lo mismo que nuestros interlocutores. ¿Cuántos quiebres en la comunicación se evitarían si chequeáramos cómo hemos sido escuchados? En el terreno de los pedidos esto es particularmente importante.
ü      aceptar las posibilidades reales del otro, en tanto capacidad y también límites. ¿He pensado si la otra persona está en condiciones reales de darme lo que necesito? ¿O le pido porque está “a mano”?...

ü      elegir el momento, el contexto apropiado según de qué pedido se trate, pudiendo anticipar, de alguna manera, el mundo desde donde el otro estará escuchando. Cuando me hago cargo del mundo del otro, el pedido encuentra más predisposición, más viabilidad. Especialmente si tengo que hacer un pedido importante, o se trata de algo que le implicará un esfuerzo a mi interlocutor, es bueno que perciba primero en qué situación está. Si está muy agobiado, si está muy enojado, si está enfermo, etc etc., su disponibilidad para responder a mí será menor. También puedo intervenir creando primero un mejor contexto, una mejor predisposición.

ü      Por último, un buen pedido lleva ya implícito el agradecimiento  posterior.

No olvidemos que el primer paso para un buen pedido es reconocer la necesidad propia, aunque inicialmente no sepamos cómo pedir. Eso implica darnos permiso para necesitar y luego para pedir, del mismo modo que damos permiso para que nos digan que no.
Estar ambivalentes respecto de nuestro derecho a pedir también nos hace pedir de mala manera, en forma inefectiva o confusa, para que nos digan que NO.

Pedir bien implica mucho más que encontrar la fórmula de cortesía adecuada. Precisamente porque no se trata de una mera fórmula, sino de una manera particular de relacionarse con los otros.

jueves, 10 de mayo de 2012

APRENDER A PEDIR: II. El costo de no pedir.

II. PEDIR Y PODER :                                                    
Sin que pidas, no podemos dar. “
          La Respuesta del Angel.

El pedido no describe el mundo: busca modificarlo por la acción de otro. Se compromete a alterar el orden de los eventos, intentará que algo ocurra.
Por eso decimos que el pedido tiene mucha relación con el  poder. ¿Cómo definimos el poder? El  poder es, de algún modo, la posibilidad o capacidad que alguien tiene de conseguir que sus pedidos sean satisfechos.  Por eso a veces un bebé llega a tener más poder que sus padres, cuando todo lo que pide - con sus llantitos o sus protestas, que también son formas de pedir - obtiene satisfacción. Por eso se habla también de “la fuerza de los débiles”, como es el caso del enfermo que maneja a las personas que lo cuidan y logra que respondan a todos sus pedidos. Es su deseo el que obtiene satisfacción, no el de quienes lo atienden.
Saber pedir, implica desarrollar poder. Y no saber pedir, o no querer pedir, implica perderlo o resignarlo. Qué curioso, porque muchas veces dejamos de pedir, precisamente, porque nos parece un signo de debilidad. Nuestra cultura, basada en el individualismo y no en la solidaridad, fomenta  modelos autosuficientes. Entonces nuestros pedidos empiezan a desdibujarse, a confundirse, y terminamos pidiendo como si no pidiéramos.
Los actos en que escondemos nuestros pedidos no son triviales. Hacen a nuestra identidad y a cómo nos movemos en el mundo.



Hay un enorme costo en no pedir. Identidad, poder personal, y efectividad están relacionadas con la capacidad y habilidad para hacer demandas o pedidos.
Podríamos decir  que las áreas en las que menos aprendemos son aquéllas en las que tenemos dificultades para pedir. Nos quedamos con lo que sabemos o creemos. Que puede ser poco o errado.

Una pregunta interesante para hacerse es : ¿en qué área me cuesta pedir?... ¿En la convivencia con mi pareja? ¿Con mis hijos? ¿En mi trabajo?...Y luego: ¿Qué conversación interna me lleva a no pedir?... ¿Cuáles son mis creencias profundas acerca de lo que pasa cuando pido, si pido?
A veces se trata de  la necesidad de mostrarnos seguros y fuertes. Como si fuera la única necesidad importante. Otras veces, estamos convencidos de antemano de que  no recibiremos una respuesta afirmativa, por lo que intentamos evitar la frustración. En ambas situaciones lo que subyace es algún tipo de miedo. Y donde hay miedo, hay repliegue, hay un cerrarse. Por eso no se aprende. Aprender requiere plasticidad y un determinado monto de confianza básica para soltar lo aprendido, desaprenderlo y adquirir nuevas visiones. Aprender requiere apertura.
Y donde menos aprendemos, donde menos fluimos, donde más nos cerramos, es también donde nuestra vitalidad se frena y se congestiona, donde más sufrimos. “Dime dónde no pides, y te diré donde te duele”...

No pedir trae costos para uno mismo, pero también los trae para el otro. Parte de la subordinación en una relación, puede pasar por  creer que uno debe adivinar qué necesita o quiere el otro, sin que éste lo pida.  Todos sabemos qué difícil puede llegar a ser querer a alguien que no pide y a quien hay que estar adivinándole sus deseos y necesidades. No pedir no significa no esperar, y mucho menos, no frustrarse. Siempre estamos exponiéndonos al fracaso en nuestros intentos por satisfacer a ese otro, ya que no ha explicitado ningún pedido claramente. Y, por supuesto, tampoco podemos esperar reconocimiento o retribución, ya que nada pidió. Se crean juegos de poder dolorosos y complejos alrededor de estas cuestiones. Manejos solapados, culpas ineludibles...
En las parejas, muchas veces se genera una complicidad en la ambigüedad: gana el primero que dice “Habría que...”, en lugar de pedirlo. “Habría que sacar la basura” funciona automáticamente como “Tenés que sacar la basura”, pero nadie se hace responsable de pedirlo.
Como ya vimos,  el pedido implica también un compromiso que no toda persona está dispuesta a asumir.

martes, 8 de mayo de 2012

APRENDER A PEDIR: I. Qué es pedir?

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Mateo 7:7,8



I.  ¿QUÉ ES PEDIR?...

 Es, aparentemente, un acto pequeño, un acto lingüístico, algo a lo que estamos tan acostumbrados que no parece necesario pensar en ello, es simplemente algo que se dice, palabras...
 Sin embargo, es una herramienta muy poderosa, una acción transformadora de la realidad, algo que hacemos hablando, que el lenguaje nos posibilita.
Reflexionemos... ¿cuándo pedimos ?... Cuando queremos o necesitamos algo y suponemos que eso no va a suceder por sí mismo mientras los sucesos se desarrollen como vienen. Por ejemplo: quiero hojear esa carpeta o aquel libro, y estás mucho más cerca de ellos que yo, que tengo además el café en la mano y no puedo levantarme. Sé que no van a venir volando hacia mí, y dudo que me los alcances sin saber que los quiero. Entonces te los pido.  Y resulta que – si aceptas -  carpeta o libro, llegan a mis manos.
O bien, yo necesito que mi prima esté mañana en casa a las cuatro de la tarde para que conversemos. Sé que ella no tiene pensado venir a esa hora por acá, que seguramente tiene otras cosas que hacer. Entonces le pido que venga: mañana, acá, a mi casa, a las cuatro de la tarde, para que conversemos. ¿No es interesante que el pedido pueda conseguir que eso suceda?
Podríamos  advertir que hay casi una magia en ese hecho lingüístico: algo que no iba a suceder,  algo que necesitábamos o queríamos, sucede.
Desde tiempos inmemoriales, el pedido ha sido considerado como un acto tan poderoso que pone en contacto con Dios: “Pedid y se os dará”.
Tanto en el plano de la vida cotidiana como en el ámbito religioso puede ocurrir que nuestros pedidos no sean satisfechos... Y esa es una de las claves para comprender este tema: que cuando pido algo, me estoy exponiendo tanto al SÍ como al NO. Si solamente admito un SÍ, estaba dando una orden. Dar una orden convierte el vínculo en una relación asimétrica.
Si cambiamos “pido” por otro verbo, estamos realizando otra acción. Y, con ello, estamos definiendo la situación y la relación de una manera diferente.   Imaginemos cómo cambia la conversación, el tono del intercambio, la escena si ruego, solicito, exijo, ordeno, invito, sugiero, demando o propongo...
Cada modo de decirlo es un modo distinto de actuar. Cada una de estas maneras de demandar dirigen a una acción, pero de diferentes modos. En algunas hay más lugar para el NO que en otras. Nos paran de diferente forma en el mundo: definen nuestra identidad. Por ello, no son inocentes. Y corresponden a distintos vínculos y relaciones:  si le ruego a alguien, por ejemplo, estoy haciendo una petición, pero además le estoy diciendo al otro que él/ella tiene todo el poder, y yo no tengo desde donde negociar, no tengo algo que ofrecer a cambio o un elemento de presión. Sólo puedo depender de su buena (o mala) voluntad. En cambio si exijo u ordeno, también hago una petición o una demanda, pero claramente el poder o la autoridad están de mi lado.  En el caso de invitar, proponer, sugerir, estoy peticionando y a la vez estoy dando a entender que la otra persona y yo estamos en situaciones equivalentes, y que el otro tiene clara  libertad para responder.

 Por supuesto, no basta con las palabras que empleamos. El tono y las expresiones, y el contexto dentro del cual se habla demuestran y a la vez definen cómo uno ve al otro, y, por lo tanto, cómo estamos juntos en el mundo. Esto incluye lo que uno dice y cómo lo dice, tanto como lo que el otro escucha y lo que acepta o no acepta. Alguien puede usar palabras muy dulces pero en un tono amenazante o apuntando un arma hacia mí ...
Un pedido es una proposición, pero no sólo de que algo suceda, sino de que suceda de cierto modo entre nosotros. Implica distintos modos de participación en la relación. En el acto de pedir estamos inventando formas de estar juntos en la vida.

Una relación puede evaluarse en función de cómo circulan los pedidos, y también los ofrecimientos  y las promesas entre sus miembros.

SL (c)