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sábado, 27 de marzo de 2010

SEPARARSE

Muchas consultas provienen de conflictos de pareja, entre socios, entre familiares... En mi trabajo, a menudo me toca abordar cuestiones vinculares. Malestar, desencuentros, incomprensiones mutuas. Heridas infligidas de uno y otro lado. Siempre parece que es el otro “el que empezó”. Uno/a llega con el alma rota por el dolor de “lo que le hicieron”. Revisamos las cosas. Buscamos abrir nuevas miradas. ¿Qué historia construyo con los acontecimientos? ¿Qué tipo de personaje soy en esa historia? ¿Qué lugar o contrapersonaje le asigno a mi partner? ¿Cómo estoy escuchando (o intepretando) lo que ocurre?...¿Qué consecuencias tiene para mí esa manera de mirar las cosas? ¿Qué otras interpretaciones posibles hay ante estas situaciones?… Nuevas maneras de escuchar, de atender a lo que me hacen y me dicen suelen abrir nuevas posibilidades. Interpretaciones nuevas, emociones diferentes… Acciones distintas, generalmente más efectivas. Otros resultados. Entonces se destraban conflictos que parecían eternos e inmodificables. Pero no siempre podemos resolver las cosas. Hay relaciones que agotan su sentido, y otras que no tienen más sentido que agotar y agotarse. Separarse es parte de la vida, de lo que alguna vez nos va a tocar. De una u otra manera, en uno u otro vínculo. Por lo tanto, no es algo que nacemos sabiendo, pero sí algo que nos toca aprender. Separarse NO es fácil ni indoloro. Aún cuando sea necesario, como una operación. Me parece que no hay forma de que no duela. Y requiere un proceso - más o menos largo – de convalecencia o recuperación. Siempre conlleva un mayor o menor grado de pena, de pérdida. Incluso uno se sorprende del dolor que trae separarse de una relación que ha sido, en sí misma, dolorosa o dañina. Y, sin embargo, ahí está: primero la ansiedad o el temor de separarse, luego el dolor y el duelo. Creo que no hay UNA forma de separarse, que cada vínculo inventa una forma, cada persona crea o descubre cómo puede separarse, del mismo modo que no hay dos experiencias de amor iguales, ni dos individuos idénticos. Cuando algo o alguien desaparece del presente, queda – sin embargo – una forma de presencia del pasado, una noticia de su ausencia aquí y ahora de la que a veces cuesta desprenderse. Nos separamos realmente cuando aceptamos que el/la otro/a ya no existe en nuestro horizonte futuro. Los recuerdos, la nostalgia, incluso el resentimiento, enredan el proceso de elaborar el duelo. También el no poder renunciar a los sueños y expectativas depositadas en la relación. A veces la pena es sustituida por la rabia, incluso el odio. Que es una manera encubierta de no separarse. No es que haya recetas para poder hacer un duelo, pero hay algunas cosas a tener en cuenta. En primer lugar, hay que aceptar los hechos. Ir más allá del “No lo puedo aceptar. No puede ser”… Es lo que es. El duelo tiene mucho que ver con soltar. Y para soltar, es necesario diferenciar lo que ha sido nutritivo de lo que ha sido tóxico en el vínculo, quedarse con lo bueno e ir liberándose de lo malo. Y para ello, hay que poder perdonar y perdonarse. Otro aspecto del duelo y de la separación consiste en ir destrenzando lo propio de lo ajeno. Por eso una separación debe encaminarse, esencialmente, al encuentro con uno/a mismo/a. Encuentro que, más de una vez, requiere de una reconstrucción personal, e incluso de una nueva construcción. Para que el Yo crezca y se expanda allí, en el espacio vacío que dejó el Otro.

domingo, 7 de marzo de 2010

DÍA DE LA MUJER

En celebración a la Vida y al Amor que genera nueva vida a lo Receptivo que se abre para cobijar lo Creativo multiplicándose al encuentro de los opuestos que no lo son cuando logran complementarse a la Unidad que sostiene – a veces invisible – toda diferencia ¡¡QUE HAYA ALEGRÍA Y REALIZACIÓN PARA NOSOTRAS Y TODOS NUESTROS AMORES PORQUE SOMOS CON ELLOS!!!