mail de contacto: silviajlerner@gmail.com



martes, 19 de junio de 2012

LA NECESIDAD DE CRECER

Permanecer en una relación insatisfactoria – sea de amor o de trabajo – porque representa un área segura, una zona de confort, o por el miedo al cambio…  también tiene consecuencias. Quedarse quieto no es gratuito. Somos seres en expansión.  Y si permanecemos dentro de un envase menor que nuestras posibilidades, al seguir creciendo dañaremos el envase, nos lastimaremos inevitablemente o  nos deformaremos.

sábado, 19 de mayo de 2012

APRENDER A PEDIR. III: El buen pedido

¿Qué es “pedir bien”?

 El buen pedir, el pedido efectivo, aquel que tiene mayores posibilidades de ser atendido y satisfecho,  implica:

ü      hacerse cargo de que uno está pidiendo algo: ser sujeto del pedido, comprometerse con lo que se pide… Y, consecuentemente,  recibir cuando el otro da. En otros términos, ser sincero en el pedido, o habrá un gran costo posterior en confianza. Esto significa, por ejemplo, hacerme cargo de que soy yo quien tiene la necesidad de lo que pido, personificarlo. No es lo mismo decir “Por favor, podrías cambiarme esa lamparita?” que decir “La lamparita se quemó. Hay que cambiarla.”.

ü      dirigirlo expresamente a determinada persona ( persona, institución, grupo, etc.). No vale el “¿Alguien podría cambiar la lamparita?”...

ü      referirse a algo que realmente  uno necesita. Si pedimos por el hecho de pedir, porque mantiene una cierta relación de dependencia con otro, porque nos sirve para confirmar que disponemos de su atención, porque queremos molestarle o por capricho, probablemente nuestros pedidos irán generando un malestar creciente y terminarán por ser resistidos o desatendidos.

ü      explicitar lo más claramente posible qué acciones concretas  espera uno del otro. Si no, estamos organizándonos una futura frustración o insatisfacción. Decir “Quiero tu apoyo” es menos efectivo y preciso que decir “Por favor, acompañame al médico. Necesito que estés conmigo cuando me den el diagnóstico”. Otros ejemplos son:  te pido que me quieras, me respetes, te comportes mejor, que hagas un esfuerzo, etc. Dejan demasiado abierto el espacio para que el destinatario lo interprete a su manera.

ü      precisar en qué plazo uno espera la satisfacción. Podemos pedir que nos devuelvan un libro, por ejemplo, dando por sentado que la otra persona responderá de inmediato. Sin embargo, un buen pedido debería agregar “antes del viernes próximo”, por ejemplo.

ü      evitar en lo posible los sobreentendidos, para no caer en malentendidos. Esta es algo así como la regla de oro en este sentido. Y en el de la comunicación en general. Si bien nuestras conversaciones suelen tejerse sobre un determinado contexto de obviedades compartidas, muchas veces creemos entender lo mismo que nuestros interlocutores. ¿Cuántos quiebres en la comunicación se evitarían si chequeáramos cómo hemos sido escuchados? En el terreno de los pedidos esto es particularmente importante.
ü      aceptar las posibilidades reales del otro, en tanto capacidad y también límites. ¿He pensado si la otra persona está en condiciones reales de darme lo que necesito? ¿O le pido porque está “a mano”?...

ü      elegir el momento, el contexto apropiado según de qué pedido se trate, pudiendo anticipar, de alguna manera, el mundo desde donde el otro estará escuchando. Cuando me hago cargo del mundo del otro, el pedido encuentra más predisposición, más viabilidad. Especialmente si tengo que hacer un pedido importante, o se trata de algo que le implicará un esfuerzo a mi interlocutor, es bueno que perciba primero en qué situación está. Si está muy agobiado, si está muy enojado, si está enfermo, etc etc., su disponibilidad para responder a mí será menor. También puedo intervenir creando primero un mejor contexto, una mejor predisposición.

ü      Por último, un buen pedido lleva ya implícito el agradecimiento  posterior.

No olvidemos que el primer paso para un buen pedido es reconocer la necesidad propia, aunque inicialmente no sepamos cómo pedir. Eso implica darnos permiso para necesitar y luego para pedir, del mismo modo que damos permiso para que nos digan que no.
Estar ambivalentes respecto de nuestro derecho a pedir también nos hace pedir de mala manera, en forma inefectiva o confusa, para que nos digan que NO.

Pedir bien implica mucho más que encontrar la fórmula de cortesía adecuada. Precisamente porque no se trata de una mera fórmula, sino de una manera particular de relacionarse con los otros.

jueves, 10 de mayo de 2012

APRENDER A PEDIR: II. El costo de no pedir.

II. PEDIR Y PODER :                                                    
Sin que pidas, no podemos dar. “
          La Respuesta del Angel.

El pedido no describe el mundo: busca modificarlo por la acción de otro. Se compromete a alterar el orden de los eventos, intentará que algo ocurra.
Por eso decimos que el pedido tiene mucha relación con el  poder. ¿Cómo definimos el poder? El  poder es, de algún modo, la posibilidad o capacidad que alguien tiene de conseguir que sus pedidos sean satisfechos.  Por eso a veces un bebé llega a tener más poder que sus padres, cuando todo lo que pide - con sus llantitos o sus protestas, que también son formas de pedir - obtiene satisfacción. Por eso se habla también de “la fuerza de los débiles”, como es el caso del enfermo que maneja a las personas que lo cuidan y logra que respondan a todos sus pedidos. Es su deseo el que obtiene satisfacción, no el de quienes lo atienden.
Saber pedir, implica desarrollar poder. Y no saber pedir, o no querer pedir, implica perderlo o resignarlo. Qué curioso, porque muchas veces dejamos de pedir, precisamente, porque nos parece un signo de debilidad. Nuestra cultura, basada en el individualismo y no en la solidaridad, fomenta  modelos autosuficientes. Entonces nuestros pedidos empiezan a desdibujarse, a confundirse, y terminamos pidiendo como si no pidiéramos.
Los actos en que escondemos nuestros pedidos no son triviales. Hacen a nuestra identidad y a cómo nos movemos en el mundo.



Hay un enorme costo en no pedir. Identidad, poder personal, y efectividad están relacionadas con la capacidad y habilidad para hacer demandas o pedidos.
Podríamos decir  que las áreas en las que menos aprendemos son aquéllas en las que tenemos dificultades para pedir. Nos quedamos con lo que sabemos o creemos. Que puede ser poco o errado.

Una pregunta interesante para hacerse es : ¿en qué área me cuesta pedir?... ¿En la convivencia con mi pareja? ¿Con mis hijos? ¿En mi trabajo?...Y luego: ¿Qué conversación interna me lleva a no pedir?... ¿Cuáles son mis creencias profundas acerca de lo que pasa cuando pido, si pido?
A veces se trata de  la necesidad de mostrarnos seguros y fuertes. Como si fuera la única necesidad importante. Otras veces, estamos convencidos de antemano de que  no recibiremos una respuesta afirmativa, por lo que intentamos evitar la frustración. En ambas situaciones lo que subyace es algún tipo de miedo. Y donde hay miedo, hay repliegue, hay un cerrarse. Por eso no se aprende. Aprender requiere plasticidad y un determinado monto de confianza básica para soltar lo aprendido, desaprenderlo y adquirir nuevas visiones. Aprender requiere apertura.
Y donde menos aprendemos, donde menos fluimos, donde más nos cerramos, es también donde nuestra vitalidad se frena y se congestiona, donde más sufrimos. “Dime dónde no pides, y te diré donde te duele”...

No pedir trae costos para uno mismo, pero también los trae para el otro. Parte de la subordinación en una relación, puede pasar por  creer que uno debe adivinar qué necesita o quiere el otro, sin que éste lo pida.  Todos sabemos qué difícil puede llegar a ser querer a alguien que no pide y a quien hay que estar adivinándole sus deseos y necesidades. No pedir no significa no esperar, y mucho menos, no frustrarse. Siempre estamos exponiéndonos al fracaso en nuestros intentos por satisfacer a ese otro, ya que no ha explicitado ningún pedido claramente. Y, por supuesto, tampoco podemos esperar reconocimiento o retribución, ya que nada pidió. Se crean juegos de poder dolorosos y complejos alrededor de estas cuestiones. Manejos solapados, culpas ineludibles...
En las parejas, muchas veces se genera una complicidad en la ambigüedad: gana el primero que dice “Habría que...”, en lugar de pedirlo. “Habría que sacar la basura” funciona automáticamente como “Tenés que sacar la basura”, pero nadie se hace responsable de pedirlo.
Como ya vimos,  el pedido implica también un compromiso que no toda persona está dispuesta a asumir.

martes, 8 de mayo de 2012

APRENDER A PEDIR: I. Qué es pedir?

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Mateo 7:7,8



I.  ¿QUÉ ES PEDIR?...

 Es, aparentemente, un acto pequeño, un acto lingüístico, algo a lo que estamos tan acostumbrados que no parece necesario pensar en ello, es simplemente algo que se dice, palabras...
 Sin embargo, es una herramienta muy poderosa, una acción transformadora de la realidad, algo que hacemos hablando, que el lenguaje nos posibilita.
Reflexionemos... ¿cuándo pedimos ?... Cuando queremos o necesitamos algo y suponemos que eso no va a suceder por sí mismo mientras los sucesos se desarrollen como vienen. Por ejemplo: quiero hojear esa carpeta o aquel libro, y estás mucho más cerca de ellos que yo, que tengo además el café en la mano y no puedo levantarme. Sé que no van a venir volando hacia mí, y dudo que me los alcances sin saber que los quiero. Entonces te los pido.  Y resulta que – si aceptas -  carpeta o libro, llegan a mis manos.
O bien, yo necesito que mi prima esté mañana en casa a las cuatro de la tarde para que conversemos. Sé que ella no tiene pensado venir a esa hora por acá, que seguramente tiene otras cosas que hacer. Entonces le pido que venga: mañana, acá, a mi casa, a las cuatro de la tarde, para que conversemos. ¿No es interesante que el pedido pueda conseguir que eso suceda?
Podríamos  advertir que hay casi una magia en ese hecho lingüístico: algo que no iba a suceder,  algo que necesitábamos o queríamos, sucede.
Desde tiempos inmemoriales, el pedido ha sido considerado como un acto tan poderoso que pone en contacto con Dios: “Pedid y se os dará”.
Tanto en el plano de la vida cotidiana como en el ámbito religioso puede ocurrir que nuestros pedidos no sean satisfechos... Y esa es una de las claves para comprender este tema: que cuando pido algo, me estoy exponiendo tanto al SÍ como al NO. Si solamente admito un SÍ, estaba dando una orden. Dar una orden convierte el vínculo en una relación asimétrica.
Si cambiamos “pido” por otro verbo, estamos realizando otra acción. Y, con ello, estamos definiendo la situación y la relación de una manera diferente.   Imaginemos cómo cambia la conversación, el tono del intercambio, la escena si ruego, solicito, exijo, ordeno, invito, sugiero, demando o propongo...
Cada modo de decirlo es un modo distinto de actuar. Cada una de estas maneras de demandar dirigen a una acción, pero de diferentes modos. En algunas hay más lugar para el NO que en otras. Nos paran de diferente forma en el mundo: definen nuestra identidad. Por ello, no son inocentes. Y corresponden a distintos vínculos y relaciones:  si le ruego a alguien, por ejemplo, estoy haciendo una petición, pero además le estoy diciendo al otro que él/ella tiene todo el poder, y yo no tengo desde donde negociar, no tengo algo que ofrecer a cambio o un elemento de presión. Sólo puedo depender de su buena (o mala) voluntad. En cambio si exijo u ordeno, también hago una petición o una demanda, pero claramente el poder o la autoridad están de mi lado.  En el caso de invitar, proponer, sugerir, estoy peticionando y a la vez estoy dando a entender que la otra persona y yo estamos en situaciones equivalentes, y que el otro tiene clara  libertad para responder.

 Por supuesto, no basta con las palabras que empleamos. El tono y las expresiones, y el contexto dentro del cual se habla demuestran y a la vez definen cómo uno ve al otro, y, por lo tanto, cómo estamos juntos en el mundo. Esto incluye lo que uno dice y cómo lo dice, tanto como lo que el otro escucha y lo que acepta o no acepta. Alguien puede usar palabras muy dulces pero en un tono amenazante o apuntando un arma hacia mí ...
Un pedido es una proposición, pero no sólo de que algo suceda, sino de que suceda de cierto modo entre nosotros. Implica distintos modos de participación en la relación. En el acto de pedir estamos inventando formas de estar juntos en la vida.

Una relación puede evaluarse en función de cómo circulan los pedidos, y también los ofrecimientos  y las promesas entre sus miembros.

SL (c)

martes, 10 de abril de 2012

TALLER DEL VIAJE INTERIOR (c): GRUPO EN FORMACIÓN




TALLER DEL VIAJE INTERIOR
Un espacio de serenidad y encuentro con el propio ser
Coordina: Lic. SILVIA J. LERNER

    Nuestra salud y bienestar dependen de nuestra energía. Para sentirnos bien es esencial que ésta fluya por nuestro organismo sin  bloquearse ni debilitarse. La tensión, el stress, los problemas afectivos, las preocupaciones, los temas no resueltos,  se traducen en este
tipo de trastornos energéticos que, a su vez, generan más malestar - físico y anímico - y disminuyen nuestra capacidad para enfrentar el  desafío cotidiano.

En este espacio semanal podremos
* hacer un alto en las tensiones y presiones de todos los días, renovando nuestra capacidad energética

* aprender a relajarnos, de manera de poder hacerlo cuando lo necesitemos
* entrar en nuestro mundo interno mediante la visualización guiada
* tomar conciencia de lo que sentimos
* mejorar nuestro estado de ánimo general
* lograr un mayor equilibrio y ecuanimidad
* despertar y estimular nuestra capacidad creativa
* descubrir las propias respuestas, nuestra sabiduría interior

La relajación devuelve el cuerpo al estado óptimo para su funcionamiento.
La visualización abre el acceso al espacio psíquico interior. Está comprobado que los cambios en el espacio imaginario permiten cambios concretos en las emociones y acciones, liberando nuevas posiblidades o activando las que estaban bloqueadas.
La comunicación grupal inicia y activa el proceso de elaboración personal.

Horario: Lunes de 19 hs a 20.30 hs. 
Inicia: 23 de abril.
Zona: Palermo Soho.

Consultas, contacto e inscripción:
 Por mail: silviajlerner@gmail.com
 Por T.E.: 4833-1459
VACANTES LIMITADAS.
Se requiere inscripción previa.

EL VIAJE INTERIOR

“(…)  el corazón contiene la imagen de nuestro destino y nos llama para que lo realicemos”.
James Hillman, “El código del alma”

Habitualmente vivimos sometidos a múltiples presiones, obligaciones, dificultades, cuestiones a resolver.  Año a año, estas condiciones generales (el “Mundo Externo” como lo llamaba Freud) parecen demandar más y más del Yo, que se esfuerza por conciliar las múltiples exigencias y el exceso de información al que se ve sometido frecuentemente.
Por lo tanto, no es extraño sentirse agobiado*, tironeado en direcciones opuestas, sobrecargado, sobreestimulado, paralizado, solo…
Cuando afuera todo cambia tan veloz o aleatoriamente que resulta caótico, cuando las emociones nos pesan aunque las entendamos, cuando no encontramos respuestas… ¿qué podemos hacer?

Desde tiempos inmemoriales el ser humano descubrió que existe un “Mundo Interno”,  un “espacio interior” al cual puede orientar su conciencia, encontrando allí una alternativa a lo que percibe, y con ello, a lo que siente, piensa y puede hacer.
Hoy ya resulta algo sabido que las tensiones bloquean el acceso a lo más luminoso en nosotros mismos, un potencial de creatividad, bienestar y amor al que muchas veces no logramos acceder.



Ese “mundo interno” y sus tesoros está siempre allí. En todos y cada uno. En ese espacio interior podemos centrarnos, recomponernos, conocernos más profundamente, sanarnos, orientar nuestras próximas acciones. Sin embargo, como cualquier espacio sagrado,  es necesario prepararse para entrar en allí.
Hablamos de él como un “espacio”, a falta de mejores metáforas, aunque sabemos que, en verdad, se trata de un estado de conciencia. Algunos lo describen como contacto con el Alma, esa misteriosa parte de nuestro ser que es capaz de mediar entre lo terrenal y lo espiritual, mientras intentamos crecer y desplegarnos.
Como dice Eckhart Tolle, en “El Poder del Ahora , el mayor obstáculo para entrar en ese estado “es nuestra identificación con la mente, que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo”. Vivimos habitados por nuestras conversaciones internas, llenas de juicios, opiniones, confusiones, repeticiones y rigideces, que crean “una pantalla opaca (…) que bloquea toda verdadera relación”[1] entre nosotros y los otros, con la naturaleza y con el mundo,  dejándonos aislados, separados, solos.

A veces ese estado de conciencia unificada acaece por sí mismo. Sucede cuando nos conectamos profundamente con un entorno natural, cuando estamos verdaderamente alegres, cuando escuchamos amorosa, abierta y verdaderamente a otro, cuando creamos, durante el buen amor y el buen sexo… Hay muchas situaciones, y cada uno conoce cuáles son las condiciones que necesita para serenarse, para escuchar a su Alma. Situaciones que nos vinculan con un Ahora prístino y absoluto.

Pero el torbellino cotidiano, al que respondemos con nuestras respuestas habituales y prefabricadas, con el peso de la historia y el temor al futuro, empaña estas percepciones.

Se ha demostrado que LA RELAJACIÓN Y EL ESTADO MEDITATIVO modifican radicalmente las condiciones de funcionamiento del cerebro en particular y del organismo en general. No voy a extenderme ahora sobre estos temas, para los que hay una extensísima bibliografía.
Promover un estado de relajación armoniza ambos hemisferios cerebrales, baja las frecuencias irritativas,  que se acompañan de un estado de tensión muscular que altera todos los sistemas (especialmente el respiratorio, circulatorio, digestivo, hormonal…) . Vivimos así en un estado de alerta que no retrocede, agotando nuestras reservas y perpetuando el stress. Lo que puede haber sido una buena respuesta organísmica frente a alguna presión del mundo, termina convirtiéndose en el estado permanente. Es como vivir con una sirena o una alarma de incendios que nunca se calla.
La relajación nos ayuda a “bajar el volumen” de la voz de la mente… y desprendernos suavemente de los pensamientos repetitivos,  o al menos a no identificarnos con ellos. Podemos aprender a observarlos y dejarlos ir. Logramos escucharlos sin tener que reaccionar necesariamente a ellos.
Aflojamos las corazas físicas que nos mantienen en un determinado cuerpo que no se adapta a nuevas situaciones, y que nos impiden sentir y pensar de otra manera.

La VISUALIZACIÓN consiste en la producción de imágenes a las cuales se orienta la conciencia, ya sea de manera espontánea o guiada. La relajación es el estado ideal para entrar en el mundo de las imágenes, ese territorio misterioso y mágico que está activo en nosotros, lo sepamos o no.
Hay dos aspectos de la visualización: uno pasivo, en el cual las imágenes se manifiestan a la conciencia, ya sea en forma espontánea o sugerida por un terapeuta o facilitador, y otro activo, creativo, en las cuales uno produce representaciones, por ejemplo de situaciones que desea alcanzar, producir, vivir: imaginar cómo deseo reaccionar frente a alguien, cómo quiero que sea mi casa, etc.
No podemos hacer cosas nuevas sin imaginar un Yo diferente. Es necesario crearlo y luego identificarse con él. En ese sentido, las imágenes tienen una función preparatoria .
Dice Bachelard, el gran estudioso del poder de las imágenes: “ La vida sigue la línea directriz de la imaginación”.
De una u otra forma – aparentemente pasiva o activa – creo que siempre hay un proceso de producción que se orienta a esclarecer nuestra realidad interior y estimular nuestro crecimiento.

Tanto la relajación como la visualización constituyen capacidades innatas que pueden desarrollarse con entrenamiento. Cada uno tiene su propio tiempo y nivel de apertura, que va variando y que depende inicialmente del grado de resistencia que le produzca adentrarse en lo desconocido de sí.
Como afirma Shakti Gawain[2], nada malo puede provenir de nuestro interior, de nuestro verdadero Self. Tenemos miedo a las cosas que no enfrentamos. “En cuanto estamos dispuestos a atender completa y profundamente a la fuente de un miedo, ella pierde su fuerza”.

El TALLER DEL VIAJE INTERIOR ©   propone un abordaje inicial para aprender a relajarse y visualizar,  de manera de promover un estado general más saludable y grato, dando acceso a la sabiduría y creatividad que reside en cada uno.
Aquí, el punto de partida. Cada uno tiene su propio recorrido y destino. 


Ilustración: "La viajera interior", oleo. SJL.






* Para permitir la fluidez del texto utilizaré el masculino como indistinto, abarcando ambos géneros.
[1] Eckhart Tolle, en “El Poder del Ahora”, op. cit.
[2] Shakti Gawain, Visualización Creativa.

miércoles, 22 de febrero de 2012

PACIENCIA, PASIÓN Y PAZ : Reflexiones de una terapeuta transpersonal

Hace ya muchos años, Carl Rogers resolvió sustituir la palabra “paciente” por “cliente”, para denominar a las personas que lo consultaban, para evitar la connotación de pasividad del primer término.
Personalmente, admiro muchas ideas de Rogers, pero no veo nada de malo en la palabra “paciente”.  Creo que quien inicia un tratamiento debe, esencialmente, armarse de paciencia... Si no la tiene, ese es parte de su aprendizaje. Y también el terapeuta debe trabajar con paciencia, es decir, en paz. Especialmente paz de conciencia. Y aunque me encantan las cosas veloces, e incluso admiro algunos métodos “espectaculares”  - como los recursos de PNL que curan una fobia en cinco minutos, según dicen – he aprendido a honrar el valor de los procesos y respeto la obra del tiempo. Y procuro transmitir esta actitud a mis pacientes, para que se tomen a sí mismos con amoroso cuidado.
 Por otro lado, asocio este nombre con “pathos” = pasión... O sea todo lo contrario a la pasividad. Creo que la pasión es esencial a la vida, y es la base de mi trabajo.
Las pasiones humanas son misteriosas y vitales, ricas y profundas. Oscuras y luminosas a la vez. Hacen al erotismo mejor entendido y permiten intensificar el amor a lo que se hace.

Entiendo que ambas cosas deben combinarse adecuadamente: intensidad (pasión) y capacidad de sostener una relación en el tiempo (paciencia).
Hay que tratarse a uno mismo con amor, respeto y cuidado. Hay que enamorarse de la propia búsqueda, y por lo tanto, de las insondables posibilidades que se albergan en uno mismo, reverenciar  el propio misterio que participa del Misterio. Para eso, hay que dedicarse tiempo.

Aún así, no prefiero los tratamientos largos. Pero ningún caso es igual al otro y rara vez puedo anticipar qué tan extenso será un proceso. Hay gente que se reorganiza en una consulta, o en tres sesiones. He visto niños curar sus síntomas en cuatro entrevistas diagnósticas (horas de juego). Incluso algunos nunca llegaron a la consulta. Sus cambios se iniciaron después de que los padres tuvieran no más de tres o cuatro entrevistas.
Hay pacientes que necesitan seis meses para confiar en el proceso terapéutico. A otros les lleva años. Hay gente que trabaja intensamente los primeros meses y necesita luego otro tanto para confirmar lo que aprendió. Hay personas que vuelven periódicamente a lo largo de diez o quince años porque han construido un especio de encuentro consigo mismos, a través de su relación conmigo.
A veces vuelven porque tienen que enfrentar nuevos desafíos, dificultades o penas.
A veces vienen a compartir sus nuevos logros y alegrías.
Estoy convencida de que mi trabajo no es solamente escuchar el dolor. Está lleno de alegrías, de descubrimientos, de sorpresas. Es también un espacio para celebrar.
Tal vez por eso asocio “paciente” con la palabra “paz”... La paz que buscamos para florecer, y la paz que sentimos – pacientes y terapeuta – cuando arribamos a un buen puerto después de surcar mares de tormenta. El puerto al que cada uno quiere llegar en el pleno o mejor ejercicio de su libertad. No el puerto que yo creo que necesita.

martes, 14 de febrero de 2012

LA ASTROLOGÍA EN EL CONTEXTO DEL VIAJE INTERIOR

Los signos del Zodíaco representan  manifestaciones particularizadas de la energía en su evolución. Al observar cómo los sabios de la Humanidad representaron estos movimientos, logramos acercarnos al conocimiento de ciertos Arquetipos básicos del alma humana e incluso percibir importantes aspectos de  la dinámica del Cosmos, del cual formamos parte, al cual pertenecemos.

La Astrología – considerada por siglos como un lenguaje sagrado y tan devaluada luego mediante horóscopos y otras aplicaciones pueriles - constituyó, entonces, un profundo tratado de psicología humana desde el punto de vista de su inserción en un Todo mayor: el Universo. Más aún; es una mirada que permite reconocer que no somos seres aislados, y, con ello, reintegrarnos, re-ligarnos. Nos permite abordar el misterio planteado por Heráclito, el sabio griego: “El carácter es el destino”, ya que une la observación del entorno y las circunstancias como inseparables del sujeto que habita en ellas. “Lo que no sé de mí, es lo que me viene como Destino”, agregaría Jung. Es además, un saber sobre el cambio, sobre el devenir, sobre el movimiento de las cosas.

Nuestro recorrido por este antiguo saber (aggiornado y enriquecido mediante la investigación de numerosos estudiosos antiguos y contemporáneos) nos lleva a recorrer también todas las etapas de la vida humana: desde el nacimiento (cuando el impulso de ser inicia su camino de diferenciación a partir del útero como Mar Primordial) hasta la disolución en ese mismo mar. Nos permite abordar el crecimiento, la construcción de la propia identidad, la comunicación,  la creación, la construcción de la  familia,  el servicio, el encuentro con el otro, la sexualidad y la fusión, la conquista del saber, el logro de una identidad pública plena, el ingreso en la red de pares... es decir, las múltiples experiencias que corresponden al inicio, el progreso y  la culminación de los proceso de la vida tanto como la declinación y el término.

Cuando trabajamos temas astrológicos en los T.V.I. [1], propongo abordar este conocimiento para ampliar nuestra percepción, conocimiento e intuición acerca de las personas, las relaciones y la vida en general. El aprendizaje integra tanto el cerebro izquierdo (búsqueda de información tareas reflexivas, análisis) como del derecho (visualizaciones, trabajo de metáfora, juegos).  No es un conocimiento técnico ni busca una aplicación estrictamente “astrológica”. No es necesario saber hacer cartas natales para nutrirse con este saber. Es más bien una mirada profunda, enriquecida y enriquecedora, ligada más a la sabiduría que a la opinión y posee, por tanto,  una virtud transformadora.


[1]  Talleres de Viaje  Interior ©

miércoles, 1 de febrero de 2012

TRABAJANDO CON ESENCIAS FLORALES: Reflexiones personales

  Empecé a trabajar con esencias florales (EF en adelante) hace más de veinte años, inspirada por una colega y amiga, que había recibido de regalo un set inglés de EF de Bach. Rápidamente compartimos la curiosidad, y tiempo después el entusiasmo y la admiración por este sistema curativo.
  Año tras año iba impregnándome no sólo de sus buenos efectos, sino también del espíritu que rodea al tratamiento floral. Suele ocurrir con las medicinas energéticas o vibracionales: transforman al que la utiliza. Uno no puede menos que reconocer que pertenece a un infinito sistema energético. Y ese sistema infinito, esa energía que todo lo habita y todo lo anima, fácilmente nos conecta con la idea de Algo Superior que incluye y ordena. Ordena e incluye, al parecer, aún lo desordenado, lo caótico. Energía que es Luz, y que contiene también la oscuridad. Paz y sanación para el Alma que, a su vez, tiene que ver con el dolor y las espinas que encontramos en nuestro camino. Y en ese entramado infinito, somos una hebra que tiene su propia consistencia, vibración, color y luz. Una parte de nosotros parece permanecer en medio de los cambios, lo que nos da sensación de identidad. El resto, se mueve y modifica. Es – como diría Heiddegger – puro vacío, nada. Y en ese vacío o nada es precisamente donde podemos fluir, cambiar, mejorar, sanarnos. Cuando nos animamos a asomarnos allí. (...)
(Continúa en pestaña superior: ESENCIAS FLORALES EN PSICOTERAPIA)