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ESENCIAS FLORALES EN PSICOTERAPIA

Empecé a trabajar con esencias florales (EF en adelante) hace más de veinte años, inspirada por una colega y amiga, que había recibido de regalo un set inglés de EF de Bach. Rápidamente compartimos la curiosidad, y tiempo después el entusiasmo y la admiración por este sistema curativo.
  Año tras año iba impregnándome no sólo de sus buenos efectos, sino también del espíritu que rodea al tratamiento floral. Suele ocurrir con las medicinas energéticas o vibracionales: transforman al que la utiliza. Uno no puede menos que reconocer que pertenece a un infinito sistema energético. Y ese sistema infinito, esa energía que todo lo habita y todo lo anima, fácilmente nos conecta con la idea de Algo Superior que incluye y ordena. Ordena e incluye, al parecer, aún lo desordenado, lo caótico. Energía que es Luz, y que contiene también la oscuridad. Paz y sanación para el Alma que, a su vez, tiene que ver con el dolor y las espinas que encontramos en nuestro camino. Y en ese entramado infinito, somos una hebra que tiene su propia consistencia, vibración, color y luz. Una parte de nosotros parece permanecer en medio de los cambios, lo que nos da sensación de identidad. El resto, se mueve y modifica. Es – como diría Heiddegger – puro vacío, nada. Y en ese vacío o nada es precisamente donde podemos fluir, cambiar, mejorar, sanarnos. Cuando nos animamos a asomarnos allí.

  El uso de  EF fue incluyéndose e integrándose cada vez más a mi trabajo como terapeuta y a mi vida en general. Nunca entró en conflicto con ninguna de las corrientes de psicoterapia en las que abrevé, o los conocimientos que fui incluyendo año tras año. Desde el psicoanálisis al Coaching Ontológico, de la Psicoterapia sistémica a las técnicas de Liberación Emocional o el Ensueño dirigido, acompañando las múltiples posibilidades que ofrece la Psicología Transpersonal…  las EF siempre tienen algo que ofrecer.
  Sin embargo, no me considero una “terapeuta floral”. Si tiene sentido autodefinirse, prefiero hacerlo como una terapeuta con orientación transpersonal, es decir, alguien comprometido con el trabajo psicológico en lo personal, lo interpersonal y que también aspira a acompañar a sus pacientes en su búsqueda vocacional y existencial. Para ello, hay gran cantidad de teorías y métodos a disposición de quienes amamos esta profesión.  Para aliviar el dolor, crear mejores condiciones para el autoconocimiento, ofrecer interpretaciones de la realidad más abiertas o plásticas, estimular la creatividad y la recuperación de la autoestima y la capacidad de hacer y amar…
Las EF apoyan y facilitan todos estos objetivos. Y su acción va aún más allá.

  A lo largo de los años he podido observar una y otra vez que ciertos dolores físicos y síntomas corporales comienzan a aliviarse con el uso de esencias, ya que estas activan las fuerzas curativas que residen en nuestro interior y ayudan a resolver emociones que se expresan físicamente . Por supuesto, de ninguna manera pretenden reemplazar ningún tratamiento médico, pero considero que favorecen a cualquiera de ellos. Muy particularmente si esto ocurre en el marco de un proceso que permita comprender el sentido de la enfermedad que uno está atravesando.

  Usar EF no debe implicar solamente recetar algo rápido para “salir del paso”, es decir, para aliviar síntomas. Si bien considero que muchas veces eso es deseable y necesario. Y son particularmente útiles en casos agudos de shock o trauma.
  Una de las particularidades del uso de las EF es que, precisamente, pretenden ir más allá del alivio momentáneo. Sus resultados se incrementan exponencialmente si forman parte de un buen proceso psicoterapéutico.
  A la vez debo decir que resultan efectivas también si se administran a bebés, a animales y a plantas. Lo cual deja afuera también la cuestión de la sugestión.
   No se recomienda la autoadministración si uno no está realmente entrenado para ello. Y aún así, en el caso de estarlo, muchas veces es bueno tener un interlocutor que nos ayude a ver más allá de nuestros puntos ciegos.
Esto se debe a que, si bien las EF nunca son nocivas,  eso no significa que sean inocuas.  Es decir: son poderosas, producen cambios, pueden mover una emoción o un síntoma, pero luego permitir que emerjan otros. Que deberán ser atendidos oportunamente. Sin embargo, a diferencia de la homeopatía, no producen síntomas en el caso de estar mal indicadas. Actúan o no actúan.

  Por otra parte, no todas las flores tienen igual poder o intensidad. También sus características generales varían de un grupo o set floral a otro. Actualmente trabajo con varios (Bach, California, Bush, y algunas de Pacific Essences) y en cada uno de ellos encuentro esencias más y menos efectivas.
  En general, estas diferencias no figuran en la bibliografía. Uno va descubriéndolas a través de su propia experiencia, tanto al recetarlas como al tomarlas. (Personalmente, me gusta probar las que creo que podrían serme útiles, y de ese  modo descubro también matices en sus efectos. Claro que no todas me son aplicables, con lo cual hay muchas de ellas que no he experimentado directamente.)

  Esto significa que, si bien se le reconoce a cada EF una función específica, los efectos que aparecen varían de persona a persona, como una luz que se refractara a través de distintos cristales.
  Comprendo la dificultad de precisar su efectividad con los métodos de la ciencia tradicional experimental, cuyo paradigma implica repetir experimentos y esperar iguales resultados dadas las mismas variables controladas. Pero los seres humanos no podemos repetirnos. Ni a nosotros mismos de un momento a otro. Nuestras variables son… muy variables. Con esto no desestimo el valor de insistir en la investigación, las pruebas, el ensayo y el error si fueran necesarios. Pero este es un conocimiento que va avanzando con el tiempo y las experiencias personales de los miles de profesionales que creemos en esta terapéutica. 

No son mágicas. Son útiles. Son  conciencia líquida. Como dijo el Dr. Bach, dan al sujeto una oportunidad. Una oportunidad de verse libre de un malestar, una creencia limitativa, un dolor, una emoción inhabilitante… para que en esas condiciones realice el trabajo profundo que necesita de manera de resolver duraderamente aquello que lo frenó en el fluir de su vida.

Silvia J. Lerner



LAS ESENCIAS FLORALES, ¿SIRVEN?

Cuando se pregunta si “las flores sirven”... ¿quién pregunta? ¿El afligido paciente que teme desilusionarse una vez más? ¿El terapeuta esperanzado que busca afanosamente un nuevo recurso que le ayude en ciertos aparentes callejones sin salida?... ¿El escéptico que gusta de discutir pero no de creer?... ¿El ingenuo que gusta de creer pero sin discutir?... Muchos de nosotros, ya acostumbrados a convivir con la potencia transformadora de las esencias florales nos sorprendemos a veces ante esta pregunta. O ante la descalificación sin mayores argumentos. E intentamos responder, sin distinguir a veces si se trata de una duda que abre a la aventura del descubrimiento o cierra el camino por temor a lo nuevo. Sabemos que algunos médicos alópatas las toman “en secreto”, pero jamás las indicarían. Y cuando las sugieren, lo hacen desde una cierta postura escéptica y casi burlona, como diciendo “Y... si quiere intentarlo... total no pierde nada”. No deja de ser un fenómeno extraño que la gente se beneficie del efecto de las esencias y que, aún así, se resista a “creer” en ellas y mucho más a difundirlas. Podría no importarnos. De hecho, acostumbramos a trabajar sin esperar demasiado reconocimiento, porque el efecto sanador es en ocasiones tan sutil y coherente que el paciente cree que es su propio ser el que ha decidido “pegar la vuelta” y comenzar a mejorarse. Y eso es, por otro lado, lo que sucede si las esencias resultan efectivas. Pero, cuando el cuestionamiento resiste la experiencia y va más allá de la duda razonable y saludable... ¿qué mundo interpretativo opera detrás de las preguntas? En primer lugar hay que considerar que el tratamiento con esencias florales no es un invento sino un descubrimiento. Algo estaba ahí, en el mundo natural, esperando que comprendiéramos que somos parte, para brindarnos su riqueza. No la que expoliamos de la naturaleza constantemente como conquistadores que no creen necesitar un futuro. La que la naturaleza nos ofrece cuando entramos en armonía y mutualidad con ella..... Por otro lado, el uso de esencias florales puede representar un enfrentamiento con una visión estrictamente materialista de la vida, partiendo de que se sustentan en el precepto de que la enfermedad no es material en su origen sino como resultado de desequilibrios que afectan energéticamente al individuo, ya sea desde lo mental, emocional o espiritual. De ese modo desafían a un mundo sustentado en el valor de la producción y consumo materiales, y con ello, toda una cosmovisión: complejos sistemas terapéuticos y alta tecnología parece contradecirse con esta mirada terapéutica que simplifica y esencializa, que pone al sujeto como tal frente a lo que padece, y a dos sujetos - sanador y consultante - frente a frente. No mediatizados, no anónimos, no objetos. Las flores modifican el diálogo y con ello el vínculo entre ambos. A la vez, los preparados florales son en sí mismos químicamente neutros, no materiales sino energéticos. Puede ser que la sencillez y humildad del método mismo que vincula flores silvestres, agua natural y energía del sol no parezca guardar la proporción adecuada frente a la soberbia inmensidad (o inmensa soberbia?) que suelen tener nuestros dolores, preocupaciones, dudas existenciales, enfermedades... en los que tanto creemos. ¿Quiénes somos, entonces, nosotros los seres humanos, maravilla de la Creación, que una flor silvestre , casi insignificante , - nacida sin la ayuda de nuestras manos –puede modificar nuestras vidas?... Quizás en este mundo de apariencias, nos cueste creer que algo pequeño pueda producir efectos grandes. Para aplicarlo con toda su riqueza y efectividad, este método requiere de años de estudio, de práctica, de aguzar la inteligencia y profundizar la observación clínica. Pero no pretende seducir al intelecto, ni a las instituciones que lo veneran. El efecto curativo es reconocido por el cuerpo, por el corazón, por las emociones, por los cambios en ideas y actitudes. La función del terapeuta consiste en escuchar empáticamente a su paciente en lo que tiene de único y particular para poder diagnosticar acertadamente, reconocer la esencia adecuada y, una vez indicada, acompañar y sostener el proceso de autoconocimiento y sanación que las flores promueven o profundizan en el paciente. Su efectividad depende de la adecuada sinergia entre paciente, terapeuta y esencias florales. Como terapeutas, coincidimos en que las esencias florales son particularmente beneficiosas como acompañamiento de las terapias de autoconocimiento o autoexploración, y que en ese sentido, se ofrecen como una verdadera oportunidad de ver la propia vida desde nuevas perspectivas, antes bloqueadas por las emociones en desequilibrio. A modo de síntesis, consideramos que la efectividad de los tratamientos florales puede contrariar la postura antropocéntrica desde donde los seres humanos hemos procurado aprehender el Universo. Nosotros, como seres humanos, no hemos producido las flores. Y debemos admitir tal vez que no agotamos el conocimiento de cómo y por qué actúan como actúan. En este mismo sentido, pueden representar una nueva herida narcisista para las epistemologías más tradicionales acerca de la salud y enfermedad.

Conclusión: ¿las flores sirven?... Creemos que sí, nos sirven. Aunque sea difícil creer en su acción sanadora desde una concepción del ser humano como diferente y separado - por eso conquistador y contrincante - del universo que le rodea. Por ello, trabajar con flores no implica solamente contar con una herramienta para la transformación de nuestros pacientes, sino, muchas veces un cambio de actitud básica frente a la tarea de sanar.- Lic. Silvia Lerner Dra. Gabriela Ferschtut