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viernes, 13 de diciembre de 2013

APRENDER A PEDIR: Lo que el pedido no es



Decíamos antes que el pedido es un poderoso acto lingüístico (una acción realizada con palabras)  porque puede poner en movimiento fuerzas que, de otro modo no actuarían. Porque vincula a las personas. Porque hace que sucedan cosas, que uno pueda llegar a la satisfacción de ciertos deseos y necesidades.
En general, creemos saber qué es un pedido. Sin embargo, si nos detenemos a analizar el tema con detenimiento, podemos descubrir aspectos que se nos suelen pasar por alto, afectando así  la calidad de nuestra relación con los otros.
Y como los pedidos se hacen para satisfacer deseos y necesidades, muchas veces reducimos las peticiones a “Yo quiero” o “Yo necesito”, esperando una inmediata respuesta satisfactoria. Sin embargo,  ninguna de las dos enunciaciones son realmente pedidos, sino expresiones de lo que sentimos.
Si la otra persona sabe escuchar o está dispuesta a hacerlo, no es necesario que expresemos nuestros pedidos con más claridad, o que sean completamente explícitos. Incluso podemos escuchar pedidos que nunca han sido verbalmente formulados.
Si estoy en contacto emocional con el otro puedo darme cuenta de que algo le sucede o le aflige y también ofrecerle mi colaboración o mi apoyo. La relación de una madre atenta con un bebé o un niño pequeño implica muchos pedidos no explicitados o verbalizados que, sin embargo, son decodificados y satisfechos. También así se construye el amor y la amistad.
A veces idealizamos mucho estos vínculos, y esperamos que nuestros amigos o padres, hijos, cónyuges, estén tan atentos y “conectados” que no haga falta pedir. Y podemos llegar a enojarnos u ofendernos porque “no te diste cuenta que yo quería…” o “yo necesitaba…” No es raro creer que en "el verdadero amor" tenemos que adivinar y ser adivinados.
El pedido es en cierto modo una propuesta, y por lo tanto podemos recibir y dar un NO a cambio.
Cuando no nos damos esa posibilidad, estamos confundiendo un pedido con una orden.


lunes, 9 de diciembre de 2013

¿EXISTE LA OBJETIVIDAD?

  Naturalmente tendemos a creer que el mundo se nos presenta "tal cual es", igual para todos, y que nuestra percepción nos muestra y describe a la perfección lo que ocurre. Crecemos convencidos de que "hay que ver para creer" porque la mirada es totalmente confiable, un puro espejo de los acontecimientos. Por eso nos sentimos tan heridos o enojados cuando otra persona interpreta los hechos o los dichos de una manera diferente.
 "INTERPRETAR” es la palabra clave. Numerosos investigadores de la naturaleza y el comportamiento humano demostraron que no nos relacionamos con lo que nos rodea en forma directa: la percepción es un registro de vibraciones —visuales, tactiles, auditivas, etc.—, que nuestro cerebro decodifica e interpreta de acuerdo a lo que conocemos, a lo que hemos aprendido, y al estado particular que tenemos en cada momento.
   En síntesis: toda percepción es una interpretación, teñida por emociones y recuerdos; es decir: siempre subjetiva, nunca realmente "objetiva". Y cada uno es un particular observador de la realidad, armándose su propia idea de las cosas, que se confirma como "verdadera" cuando otros coinciden en la misma interpretación.
   Pero la historia está llena de "Verdades absolutas" que con el tiempo se demostraron provisionales o directamente falsas.
   Poseer "La Verdad" siempre fue un argumento para detentar El Poder.
   Cuestionar la idea de objetividad —es decir, del acceso absoluto a una verdad también absoluta— tiene consecuencias muy profundas en la propia vida y en las relaciones.
   Cuando se toma conciencia del observador que uno es, cuando advertimos el poderoso acto de interpretación y por lo tanto de construcción personal que significa mirar y escuchar, cuando comprendemos que nuestra percepción no es sino interpretación, la vida puede girar 180 grados. Y nuestra forma de ser y de relacionarnos con los otros se modifica radicalmente.
  
Mucho de esto lo aprendí en mi formación como Coach, junto a Julio Olalla y Rafael Echeverría, después de lo cual mi horizonte se amplió enormemente y muchos aspectos de mi vida cambiaron para siempre.

   Sé que esta noción al comienzo puede inquietar e incomodar, porque ¿qué hacemos si no hay una forma única de pensar las cosas? ...
Pero luego expande el alma, la mente, el corazón, cuando advertimos que hay más de una manera de escuchar el mundo, de pensar la vida, de mirar la realidad y ser con ella.

(Publicado también en Trenzandomundos.blogspot.com.ar)