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lunes, 7 de septiembre de 2015

El peor daño que podemos hacerle a un niño es avergonzarlo. La vergüenza, la humillación, corroen su sentido del valor personal, y lo van incapacitando para el amor, la creatividad, el aprendizaje, la conexión, el logro.
Como reacción, con el tiempo, puede convertir el coraje verdadero en temeridad suicida, la fortaleza en mera dureza, la sensibilidad en debilidad, la confianza en desconfianza que se extiende hacia la vida toda.

Es tan malo avergonzarlo por lo que hace mal o no puede hacer, como no incentivarlo para que enfrente sus dificultades con autorrespeto y paciencia. El autorrespeto se enseña. O no. Y es la base de la autoestima.

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