El peor daño
que podemos hacerle a un niño es avergonzarlo. La vergüenza, la humillación,
corroen su sentido del valor personal, y lo van incapacitando para el amor, la
creatividad, el aprendizaje, la conexión, el logro.
Como
reacción, con el tiempo, puede convertir el coraje verdadero en temeridad
suicida, la fortaleza en mera dureza, la sensibilidad en debilidad, la
confianza en desconfianza que se extiende hacia la vida toda.
Es tan malo
avergonzarlo por lo que hace mal o no puede hacer, como no incentivarlo para
que enfrente sus dificultades con autorrespeto y paciencia. El autorrespeto se
enseña. O no. Y es la base de la autoestima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario